No existen fórmulas infalibles para la gestión del tiempo. En efecto, no existen las dietas irreversibles para perder cinco kilos en cuarenta días; ni existen los cursos de inglés en cuatro semanas; y mucho menos pueden existir los planes para ser feliz en siete días. Recientemente, incluso, se anuncian por radio planes de estudio en materia de neurociencia para aplicar a la venta. Vaya por delante que, aclarando conceptos, lo que existe es real. Afortunadamente, el tiempo no se puede vender ni comprar.
Les propongo observar un ejemplo. Se trata de algunas palabras clave contenidas en un breve estudio comparativo sobre la gestión del tiempo. Curiosamente, son palabras que están relacionadas con el ámbito de la economía: productividad, rendimiento, resultados, malversadores del tiempo. Palabras que señalan una mentalidad que corresponde al liderazgo y la dirección de empresas. No cabe duda, el directivo estudia el modo de sacar más rendimiento a la dirección empresarial y, al mismo tiempo, piensa en exprimir un suculento jugo económico nacido del horario del trabajador. Información de interés que seguro después explotará el departamento de recursos humanos:
“En la actualidad el tiempo constituye una de las variables más relevantes en el contexto empresarial, pues influye en la productividad y en la planificación de los colaboradores de una empresa.” (Reverón, N., La gestión del tiempo, TFG Facultad Economía 2014-2015, p-5)
¡Pero; atención! ¿Cuántos autoengaños se pueden detectar en esta afirmación aparentemente inocua? Sin perder de vista ¿de qué se trata, aquí? Y cuando hablamos de tiempo… nos referimos a la vida. Corren tiempos demasiado convulsos, embotellados en ansias de poder e intereses comerciales. No podemos distraernos ni un solo instante. La honestidad, precisamente, no está de moda.
Observemos un segundo documento. Es posible que esta vez nos sorprenda el análisis de la gestión de tiempo, desde una óptica que corresponde al campo de la psicología. Por lo tanto, la gestión del tiempo se considera en este caso un factor personal. ¡Oh, crasa decepción! También se centra el análisis en la productividad laboral:
“Mejorar la productividad personal: aumentar el rendimiento laboral. La clave es la gestión del tempo y no implica resolver más tareas sino resolverlas con éxito”. (Bellas, F., Gestión del tiempo personal, 2012, p-5)
Estamos delante de otro engaño escrito con palabras mayúsculas. ¡Que ni se puede medir lo humano… ni entiende de contabilidades!
El ser humano no es cosa. Y, por lo tanto, no puede dejarse cosificar -de ningún modo ni bajo ningún concepto- por nada ni por nadie. Y por si esto fuera poco, aun es posible explorar un tercer documento. En este caso se corresponde al campo de la investigación científica y subraya la importancia de los resultados como prioridad ante la falta de tiempo:
“Las experiencias personales con respecto al tiempo llevan a la siguiente conclusión: no se tiene suficiente tiempo, pero la realidad es que todo el mundo tiene todo el tiempo disponible: 24 horas por día”(Ciencias, Revista de Investigación, La gestión del tiempo como habilidad directiva, 2012, p-3)
Veinticuatro horas por día… sí, claro está. Aunque, les sugiero un nuevo aprieto… ¿y si todos los días se llamasen martes, por ejemplo? ¿A qué dedicaríamos el tiempo? Uno se pregunta si ¿el ser humano se prepara para vivir o para competir? Desde la infancia, se nos educa para aprender de memoria el nombre de todos los ríos, los montes, las ciudades; y crecemos, acaso sin saber ni gestionar las propias emociones en todo el proceso vital.
No, no todo es productividad; afortunadamente, para algunos. Considero que una de las asignaturas pendientes del ser humano es llegar a reconocer que estamos hechos de tiempo y espacio. En realidad, de carne y hueso y sin duda también de no materia.
No, talvez todo esto no sea tan evidente como parece. Si uno se detiene un instante y respira… ¿Qué es lo que sostiene la vida? A modo de conclusión, no he pretendido dar un recetario de respuestas, sino insuflar la posibilidad de que puedan cambiar todas preguntas.
Y ahora, si me permiten, les invito a viajar en el tiempo. En Pars del 1900 nació un hombre cuyo ingenio y creatividad abría líneas de investigación que aún están por explorar… Se trata de Raymond Queneau, incansable filósofo de la paradoja y enamorado del juego literario del surrealismo. Sirva su obra, Ejercicios de Estilo, que es tan exquisita como desconocida, para responder a la intimísima cuestión sobre la gestión del tiempo. Queneau, toma una sola imagen del dulce tratado de su cotidianidad. Es la simple imagen de un hombre que sube a un autobús. Situándose en la misma imagen, Queneau, se dispone a desgranar 98 ejercicios de estilo, explorando los infinitos ángulos y perspectivas del observador. ¿Puede existir otro modo mejor de gestionar el tiempo?
Marisa Barros